Un buen proceso de selección no depende de la suerte. Es el resultado de decisiones conscientes, criterios claros y pasos ordenados. Cuando la empresa invierte en un método sólido, las probabilidades de sumar al equipo a la persona adecuada crecen exponencialmente.
A continuación, repasamos cinco prácticas que marcan la diferencia.
1. Definir propósito y propuesta de valor
Hoy, los candidatos no miran solo el sueldo. Evalúan si la empresa tiene un propósito atractivo, una cultura que los inspire y beneficios que realmente aporten a su calidad de vida. Una propuesta de valor clara ayuda a atraer perfiles alineados y comprometidos desde el inicio.
2. Alinear los perfiles
¿Qué competencias y valores son prioritarios? ¿Qué se espera de la persona que cubrirá el rol? Antes de publicar una búsqueda, es clave que todos los decisores internos coincidan en la definición del perfil. Esto evita confusiones y asegura que el proceso avance con un norte común.
3. Entrevistar pensando en valores
Las habilidades técnicas se aprenden, pero la forma de trabajar y los principios son más difíciles de modificar. Incorporar preguntas que exploren valores y actitudes permite identificar si el candidato encaja con la cultura organizacional.
4. Considerar los aspectos técnicos
Una entrevista completa también debe indagar en conocimientos y capacidades específicas. Preguntar sobre situaciones concretas y casos prácticos ofrece una visión más precisa del desempeño futuro en el puesto.
5. Involucrar al líder directo
La participación del líder es esencial: es quien mejor conoce la dinámica del área y las necesidades reales del puesto. Su mirada complementa la de Recursos Humanos y enriquece la decisión final.
Contratar a la persona equivocada puede resultar costoso en tiempo, dinero y energía. Por eso, seguir un proceso estructurado y profesional es lo que verdaderamente funciona.
